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Me robaron en Turquía

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Hola, amigos, ¿qué tal? Merhaba, arkadaslar, ¿nasilsiniz?

Todos los países tienen su cultura, su costumbre, religión y por supuesto su gente.

Transferí por error un dinero que tenía que pagar a una persona y al cabo de unos días me reclamaba que el dinero no le llegó, por lo que emprendí una investigación bancaria descubriendo que el dinero había caído en la cuenta de un taxista, por haber colocado un número mal, empecé a buscar al individuo en cuestión, y luego de una investigación por las redes pude contactarlo a quien le expliqué lo sucedido, de inmediato el señor comprobó la situación y pidió unos días para la devolución, así fue.

Me dirigí a una compañía de teléfono a comprar un paquete de internet para mi celular, como no hablo bien el turco siempre le paso el teléfono para que copien el número, noté a los dos o tres días que el teléfono no había cargado, al final copiaron el número mal, pero mi reclamo quedó sin efecto pues me acusaban de que yo había dado el numero mal. Decidí entonces contactar a la persona del número en cuestión para explicarle lo que pasó, me pidió el comprobante y al verificarlo de inmediato me transfirió el dinero.

Se me quedó mi celular en un mostrador de una cafetería en medio de un tumulto de gente, horas después me percaté y me apresuré al lugar con la esperanza de encontrarlo, ahí estaba guardado, en espera.

Vivo en Ankara, la capital de Turquía, una ciudad tranquila, muy espiritual, organizada y especial, rodeado de personas agradables, con muy buenos principios y valores islámicos, donde se ora permanentemente y la honestidad caracteriza a la gente, es aquí donde me han robado el corazón.

Camino kilómetros y kilómetros diarios con el celular en la mano, sin importar la hora, igual de madrugada, cero motoristas, me subo a los autobuses abarrotados de gente, parado muchas veces, por no haber asientos, no existen carteristas y si los más jóvenes te ven de pie, se paran para darte el asiento, aquí fue donde descubrí que ya estaba mayorcito.

Desde que salgo de mi casa hasta regresar, las cámaras han captado toda mi trayectoria, sin importar las distancias, lugares que visité, donde me paré, con quien hablé y hasta qué hablé, nunca me he sentido perseguido, por el contrario, muy seguro.

Se vive en paz, no se miran, no se piropean, ni se acosan a las mujeres, a la gente se respeta, a los ancianos se ayudan. Cinco veces al día te obligan a pensar en Dios, cuando el cántico y llamado a la oración interrumpe tu jornada, por los altoparlantes de las mezquitas.

Me han robado, pero el corazón. El silencio, el frío y los hermosos paisajes me mantienen inmersos en mi interior, desde donde el Espíritu Santo me inspira cada día y el Padre Allah junto a Jesús conversan conmigo llenándome de paz y de su amor.

He dicho otras veces que aquí descubrí la paz y la libertad, aprendí a lidiar con la soledad y a darme cuenta de que en verdad, Víctor Martínez, es el hombre más feliz del mundo. Y así hay quien me pregunta que hago aquí en Turquía.

Este mensaje ha llegado a todos ustedes gracias a la hermana Gilda de Hernández.

Hasta la próxima.

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