El taxista de camisa blanca

Por Augusto Álvarez
Eran tiempos, en donde el terrorismo de Estado y la muerte silenciosa, viajando en escarabajo, tenían el control de las ciudades.
En donde La Voz de la Alegría, de Paco Escribano, ahogaba los languidecientes gritos de los torturados.
Por ese ensanche Ozama, pero sin entrar a las proximidades del kilómetro 9, circulaba «El Caballero de la Camisa Blanca».
Cuentan que de las proximidades de una fábrica de hielo, ubicada en la presidente Vázquez, salió una elegante pareja y donde está el «Farolito», ocupó el taxis del famoso conductor.
Ya dentro del taxis, el conductor subió por la avenida del hijo (ahora Las Américas) y en la Venezuela giró y continuó hasta el cine Arelis.
De una construcción vecina al cine, salieron gritos espantosos, justamente ahí la pareja decidió quedarse, y se quedó.
El Taxista, mejor conocido por los usuarios del transporte público en el ensanche Ozama, conocía el lugar donde se desmontaron las personas, las cuales no pagaron, el importe.
En la zona oriental, los choferes conocían el origen de los lamentos, los puntos en donde torturar era la especialidad de las figuras que se desmontaron de su auto.
Se estableció que en los últimos días del régimen de Trujillo, el número de lugares para «investigar» a enemigos del tirano, creció en el entorno de una licorera, próxima a la Voz de la Alegría, hasta la vieja carretera de San Pedro de Macorís.