De fiestón a los 98 años

Por Augusto Álvarez
Aunque su voz rompe cualquier frágil cristalería, su decimonono y la ñapa enfrentó la lógica y decidió darnos una lección de vida.
Difícil creer que el trabajo afecte el normal trajín de los mortales, lo que no niega las fluctuaciones de nuestra naturaleza humana.
Bienvenido Castro, desde su especial mirador en Guayacanes, un turístico costado de Macorís del Este, observaba como el sol desaparecía en la distancia, aunque nunca creyó en que el mar y el cielo se juntaran.
Hecho de un material especial, y diseñado para sobrevivir en el tiempo y en su espacio, quizás para él, Guayacanes forme parte de una historia, de un lugar, donde el reptil es quien sobrevive, nunca el lagarto.
En medio del jolgorio, nos sorprendió y más nos alegró su templanza, su gran facilidad para celebrar la vida, su vida, con quienes desean aproximar a sus años de existencia.
En algunos países, la tercera edad inspira respeto, con el mismo fervor que cuando se anuncia el primer nacimiento. Sin embargo, aproximarse a los tres dígitos disfrutando de perfecta salud, constituye una bendición ¿no cree, don Bienvo?