16 de agosto: ¿Final de la impunidad?

Por Augusto Álvarez
Campanadas y el sonido de cacerolas que parecen desaparecer entre la muchedumbre, anuncian que es la hora final.
Atrás quedan estorbos, piezas descartables por prescripción facultativa para intentar recomponer algo similar a lo que llegó a su fin.
Ninguna queja de quienes hoy son echados al zafacón, pues tendrán la oportunidad de disfrutar en sus hogares, el fruto de una fortuna que no resiste una investigación a profundidad, sin que el hedor a corrupción contamine el ámbito.
Tiempo cero, recojan rápido, es hora de fumigar y desalojar cualquier residuo de virus corrupto que pueda afectar la gestión que se instala.
Luces alumbran el día, luces que de entrada calienta el espacio de esperanza, sin embargo, se debe estar consciente de que no todos los parásitos se eliminan con el mismo medicamento, y menos el parásito de la corrupción.
¿Es posible que quien emerja dentro de unos momentos con el látigo de juez de la querella de entrada aplique un golpe de doble impacto?