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REFLEXIONES: Se nos acabó el vino

  AYUDAME A SALVAR UNA VIDA  

 

Hola amigos, ¿qué tal? Siempre que he escuchado este evangelio de hoy, me he preguntado, cómo debe ser una boda, arreglada, sin amor y alegría.

De la misma manera me pregunto qué podemos celebrar cuando estamos tristes y nuestro corazón está escaso y vacío de amor. A muchos de nosotros a veces se nos acaba el vino, o sea la alegría de vivir, por situaciones económicas, políticas, el miedo que nos paraliza, la pandemia que sigue amenazando, y tantas situaciones que nos desilusionan, que se nos escapan de nuestras manos, que nos hacen sentir vulnerables e impotentes.

Ante tales situaciones, necesitamos del auxilio de Dios, y el de los hermanos, para poder volver al centro y sentido de nuestra vida. Necesitamos incluso de María para que interceda ante el Señor, haciéndole notar que se nos acabó el vino de la vida, de la alegría.

Por eso, como la madre de Jesús, hemos de estar atentos a las necesidades de los demás y ofrecer nuestros dones, cómo nos dice la segunda lectura de este día. Dios se vale de la diversidad de dones y ministerios ofrecidos a cada ser humano para “provecho común” de todas las personas, favoreciendo la experiencia del encuentro de Dios con los otros, es una obra de caridad para todos los tiempos.

 

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Dios siempre nos sorprende y nos reserva lo mejor aquí y ahora. El degustar del nuevo vino, que es el mismo Jesús que se parte y se reparte, siempre nos abre un nuevo horizonte en la vida. El mejor vino está siempre por descubrir, está escondido en tu interior.

Víctor Martínez piensa que debemos aprovechar los dones y carismas, esas fortalezas que Dios nos da, poniéndolas al servicio de los demás, y sacando de nuestro interior, el mejor vino para compartirlo con los demás.

Hasta la próxima.

 

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