Los viajeros ilegales y su ruta a la muerte
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Por Augusto Álvarez
El alto costo de la canasta familiar, el creciente desempleo para quienes no tienen padrinos (en el gobierno) y los que carecen de apellidos sonoros, parecen que no ven otro futuro que no sea coger la yola, arriesgando su vida en una aventura que lo llevaría a la isla del Encanto (Puerto Rico), que no es ningún encanto.
En una partida de dominó, un anciano decía que dos de sus hijos se fueron en yolas, 5 años atrás, pese a él oponerse, y ya son ciudadanos legales, y quizás pronto estén aquí, con un mejor futuro.
Sin posibilidades de conseguir un empleo en el gobierno, por no ser del partido, y aún siéndolo y no existir sillas para todos, nuestros hijos carecen de un mañana, explicó un mirón.
Es así, añadió, porque muchos jóvenes tratando de escapar de la muerte, salen a su encuentro justo donde ella espera.
¿Desesperación? Es posible, aunque resulta cuesta arriba entender a quienes son capaces de invertir una suma de hasta un millón para arriesgarse en una yola y no los invierten en un negocio de subsistencia.
La falta de oportunidades acelera la muerte, y más la hace una realidad cuando la ilusión bloquea la lógica de pensar.
La trágica realidad, la hambruna, el desempleo, nos obliga a razonar y admitir que el tabaco es fuerte, pero como dice el merengue, hay que fumárselo, sin pensar en salir al encuentro de la muerte, en frágiles embarcaciones.
Aunque, hay que pensarlo muy bien, cuando usted ve a sus hijos llorando por hambre y usted, sin un pesos ni pa’ comida.