El bien siempre se devuelve engrandecido
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AYUDAME A SALVAR UNA VIDA
REFLEXIONES…
Hola, amigos, ¿qué tal? Merhaba, arkadaslar, ¿nasilsiniz?
Cada acontecimiento de mi vida, cómo siempre ando con Dios a mi lado, debo testimoniarlo.
Sali en busca de un sazón Goya y un paquete de casabe, (para mis amigos turcos, una especie de pan ácimo, crujiente, delgado y circular, hecho de harina de yuca), que me dejó una pareja de dominicanos en el Hotel Bilkent, a quienes lamentablemente no pudimos ver.
Era una tarde muy lluviosa, no conocía la zona y me aventuré a tomar mi metro y salir en busca de mi cariñito dominicano. Al llegar a la estación, veo el GPS y creí que no estaba muy retirado, caminaba y caminaba, empecé a pasar zonas desérticas, grandes avenidas y túneles, gran tránsito, un aguacero por caerme arriba, nada de bus, ni de taxis, por un momento hasta sentí pánico, me sentí perdido en medio de una gran ciudad.
Si hubiese sido en Dominicana ya varios vehículos se hubieran parado a mi lado y me hubiesen dicho: “Víctor Martínez, ¿para dónde vas?”
De un momento a otro alcancé a ver dos señoras muy mayores, pero muy mayores, tratando de saltar un muro para cruzar aquella inmensa avenida, llena de vehículos a gran velocidad, pensé ¡oh, Dios, que peligro!, ojalá no haya una desgracia y seguí mi camino, pero metros más adelante escuché cuando mi compañero Dios, me dijo, “devuélvete y ayúdalas”.
Me devolví, no sabía qué hacer, me tiré despacio al medio de la avenida con los brazos abiertos y tratando de detener el tránsito, por un momento sentí que corría peligro, pero lo logré, señalaba a las dos señoras y al llegar a ellas casi tengo que cargarlas para atravesar el muro y luego cruzarlas de brazos, el conductor de un vehículo rojo que estaba delante se desmoto y me aplaudió.
Cuántas cosas hermosas me habrán dicho en turco esas dos señoras que yo no entendí.
Seguí mi camino sin rumbo, con un GPS que cada vez me ponía mi destino más lejos, ya había caminado 45 minutos, la batería de mi celular acabándose, el agua empezaba a caer, cuando se para un minibús con un señor y me llama, subo, pongo mi traductor y le explico lo que me pasa, me responde: “usted esta muy lejos, pero siéntese”, y arranca. El conductor iba a guardar su vehículo en un parqueo a una cuadra, pero decidió desviarse y continuar hasta dejarme en mi destino. “Saol, saol, Allah bereket”, le repetía con insistencia y con mi mano en el corazón (gracias, gracias, Dios lo bendiga). A lo que respondió con una gran sonrisa.
Caminé toda la entrada al famoso hotel, mientras recordaba el riesgo que corrí para evitar la desgracia que pudo haber ocurrido con esas dos señoras, ahí me respondió Dios: “dando es como recibimos, las ayudaste y el señor del bus te ayudó”.
Lo sé mi Señor, pues siempre he tenido la dicha de vivirlo y me he sentido satisfecho y agradecido de ti, porque siempre escuchas mis oraciones, me contestas y ayudas a quien me ayuda, gracias, Padre, bendito y alabado, seas por siempre.
Este mensaje ha llegado a todos ustedes, como cortesía de mi querida exalumna Georgina Torres.
Hasta la próxima.