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Política aldeana

Por Flavio Holguín

Decía el poeta Gibran Khalil Gibran, filósofo y ensayista de origen libanés, en su obra cumbre titulada, El Profeta: «La vida no marcha hacia atrás, ni se detiene en el ayer».

No obstante, cuando hurgamos el desarrollo y el desempeño de la clase política en la República Dominicana, encontramos, que su accionar en los últimos cincuenta años, no ha variado ni un ápice, permaneciendo la misma inmutable en el tiempo.

Esta falta de evolución no es fortuita, porque más bien es el resultado de una estrategia cuidadosamente orquestada por las cúpulas partidarias, cuya permanencia en el poder depende del estancamiento ideológico y de la ausencia de principios renovadores de esa élite añosa.

El insigne profesor Juan Bosch decía muy a menudo que nuestro pueblo tenía que aprender a cuestionar y a la vez estar conteste ante las inequidades.

Esta premisa enarbolada por el prócer dominicano nos induce a cuestionar lo siguiente: ¿Si los partidos políticos reciben una jugosa subvención del Estado, por qué no invierten siquiera un 15 ó 20 % en la formación y capacitación de sus miembros, si en ese subsidio deben configurarse los gastos realizados en esa tarea educativa?

Si estableciéramos un paralelismo con los avances exponenciales experimentados en el ámbito de la tecnología, así como en el plano científico, tendríamos que admitir que nuestros políticos, conjuntamente con sus respectivas franquicias, no han avanzado, manteniéndose de esta forma, anclados en el pasado.

Estos políticos reticentes no presentan ninguna variación perceptible, al contrario se han mantenido sumidos en el letargo, en un estado onírico y en el más profundo anacronismo.

Ante este panorama cabe preguntarnos:

-¿Es posible dignificar la política y promover principios éticos y morales sólidos?

-¿Podremos erradicar la mediocridad y la corrupción que corroen las estructuras partidarias?

-¿Existe la posibilidad de que podamos llevar una vida política partidaria ajena a la intriga, la trapisonda, el oportunismo y las prácticas desleales?

-¿Podrán estos factores dejar de constituirse en elementos fundamentales para detener el desarrollo de los partidos políticos?

Sin dudas que la única respuesta viable a estas interrogantes radica en la creación y consolidación de las escuelas de formación y capacitación política.

Tangiblemente vemos que la apatía, con mayor frecuencia, está ganando terreno en el seno de la población por el deterioro y el nivel degradante exhibido sin rubor por los partidos políticos, que a diario atentan contra la ética y la moral.

Es tal el deterioro alcanzado por los partidos del sistema que el irrespeto y las conspiraciones impenitentes se gestan continuamente en desmedro no sólo de sus propios miembros, sino hasta de sus auténticos líderes, a los que usan para satisfacer sus propias apetencias.

Con el cierre continuo de las escuelas de formación, será imposible obtener mejores seres humanos y será inviable forjar líderes con integridad, visión de futuro y fuerza moral.

La erradicación de las escuelas políticas, solo nos ha traído una proliferación de auténticos caníbales políticos, capaces de rebasar los linderos de Jack el Destripador.

Es justo poner en relieve que los miembros sanos y bien intencionados de las diferentes facciones políticas, andan deambulando como muertos en pena, realizando arduas tareas de laborantismo y activismo político, tratando de avanzar tres pasos, pero retrocediendo seis, debido a que no pueden sustentar una causa, ya que no están adscritos a una plataforma ideológica que despierte confianza creando valores íntegros con los qué la población pueda comulgar, abrazarse y sentirse firmemente identificada.

Se hace preciso señalar que el nivel de ignorancia perpetrado por la cúpula de las agrupaciones políticas han sumergido a los militantes en el más espantoso retroceso, donde el automatismo, el prebendarismo y el asistencialismo han sido los auténticos sustitutos de las escuelas de formación política.

Hoy en día se pueden identificar dos tipos de partidos en la República Dominicana: los denominados cascarones vacíos, con una orientación meramente mercurial, que han renunciado a su compromiso con la historia, los cuales quedarán en la memoria colectiva como instituciones despreciables y entidades chatarras.

Por otro lado, existen aquellos que aún tienen la oportunidad de construir un nombre para pasar a la historia de forma dignificada, asumiendo un desafío para transformar la política y cimentar su legado con valores éticos y morales.

Finalmente, el porvenir de la Nación está en las manos de quienes decidan marcar la diferencia.

Dejamos en el aire esta pregunta:

¿Habrá algún partido dispuesto a casarse con la gloria y dar el primer paso hacia una política digna, decente y renovadora?

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