
AYUDAME A SALVAR UNA VIDA
DIA 12
Hola, amigos, ¿qué tal? Merhaba, arkadaslar, ¿nasilsiniz?
La esperanza en un Dios que es luz y salvación, aun en medio de las dificultades, nunca se pierde. Abrahán salió de su tierra y se encontró con un Dios que promete, se compromete y manifiesta su rostro transfigurado en Jesucristo. Como hizo Pablo, también nosotros debemos poner nuestra confianza, con esperanza, en el Señor crucificado y resucitado.
Ojalá todos fuéramos capaces de aceptar el llamado de Dios, escuchando con atención lo que Él nos propone y creyendo en su propuesta, al aceptar su alianza, tal como lo hizo Abrahán.
Lo vemos en el Libro del Génesis 15 cuando Dios sacó a Abrahán y le dijo: “Mira al cielo; cuenta las estrellas, si puedes. Y añadió: Así será tu descendencia. Abrahán creyó al Señor, y se le cumplió en su haber.
El Salmo responsorial 26, nos muestra las bases de esa fe de Abrahán, cuando dice:
El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré? El Señor es la defensa de mi vida, ¿Quién me hará temblar? Escúchame, Señor, que te llamo; ten piedad, respóndeme. Oigo en mi corazón: «Busca mi rostro».
Tu rostro buscaré, Señor, no me escondas tu rostro. No rechaces con ira a tu siervo, que tú eres mi auxilio. Espero gozar de la dicha del Señor en el país de la vida. Espera en el Señor, sé valiente, ten ánimo, espera en el Señor.
Pero, como siempre, son muchos quienes, por su incredulidad, rechazan las cosas de Dios y viven sin esperanza, en Filipenses 3, incluso, Pablo se lamenta de la poca madurez de algunos habitantes de la comunidad de Filipos, que rechazan la cruz en su programa de seguimiento de Jesús. Como ciudadanos del Reino.
Son estas las razones por las que, san Pablo decía: “Sigan mi ejemplo, hermanos, y fíjense en los que andan según el modelo que tenemos en nosotros. Porque, como les decía muchas veces, y ahora lo repito con lágrimas en los ojos, hay muchos que andan como enemigos de la cruz de Cristo: su paradero es la perdición; su Dios, el vientre; su gloria, sus vergüenzas. Sólo aspiran a cosas terrenas. Nosotros, por el contrario, somos ciudadanos del cielo, de donde aguardamos un Salvador: el Señor Jesucristo.
Él transformará nuestro cuerpo humilde, según el modelo de su cuerpo glorioso, con esa energía que posee para sometérselo todo. Así, pues, hermanos míos queridos y añorados, mi alegría y mi corona, manténganse así, en el Señor, queridos. Palabra de Dios.
Asumamos, pues con esperanza, las enseñanzas del Padre, aprendamos a recogernos en oración, como nos lo explica Lucas 9, a tener un cara a cara con el Señor y podremos decir: “Maestro qué bien se está aquí”, a tu lado, contigo, porque sentiremos la paz, la esperanza, el amor que solo Él nos puede dar.
Víctor Martínez en compañía de Matilde Farach te invitamos a continuar nuestra caminata por este retiro de 40 días, estaremos orando por ti.
Hasta la próxima.