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Audio: Los dolores de María

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DIA. 38

Hola, amigos, ¿qué tal? Merhaba, arkadaslar, ¿nasilsiniz?

La Virgen María sufrió muchas penas y dolores. Simeón le anuncia que: «Una espada traspasaría su corazón» (Lc 2, 35). Y los cuatro evangelistas nos narran acontecimientos que no podían menos de causar un profundo dolor en María.

El libro del Apocalipsis, nos describe a la «Mujer vestida de sol, con la luna a sus pies y coronada con una corona de doce estrellas…y nos dice que «gritaba con dolores de parto» (Ap 12,1_2). Estos dolores son los que le produjo el parto sobrenatural de la Iglesia y de los miembros del cuerpo místico de su Hijo. El parto donde María nos recibe a todos como hijos, ocurrió al pie de la cruz de su Amado Hijo Jesús. Y María, seguirá sufriendo dolores de parto hasta que su Hijo no haya nacido en todos los corazones de los hombres.

Sabemos que Cristo lloró al predecir la ruina de Jerusalén (Lc 19,41) y que también, derramó lágrimas ante el dolor de Marta y María por la muerte de Lázaro (Jn 11,35). De la Santísima Virgen María, los evangelios no nos lo dicen de forma explícita, pero al narrarnos situaciones dolorosas en las que ella participó plenamente en su misión de asociada a la obra redentora, o sea, como corredentora, debemos concluir que, si Ella realmente sufrió, debió entonces haber llorado, derramando muchas lágrimas de sus ojos tan puros.

Llorar no es imperfección cuando el motivo del llanto es santo. Llorar no es efecto de debilidad, sino de fina sensibilidadLlorar a impulsos del amor divino es un don de Dios, don que solo a grandes almas se concede.

La Santísima Virgen María manifestó a Santa Brígida, en una de sus revelaciones que, concedería siete gracias a quienes diariamente le honrasen considerando sus lágrimas y dolores y rezando siete Avemarías, dijo:

  1. Pondré paz en sus familias.
  2. Serán iluminados en los Divinos Misterios.
  3. Los consolaré en sus penas y acompañaré en sus trabajos.
  4. Les daré cuanto me pidan, con tal que no se oponga a la voluntad adorable de mi Divino Hijo y a la santificación de sus almas.
  5. Los defenderé en los combates espirituales con el enemigo infernal, y protegeré en todos los instantes de su vida.
  6. Los asistiré visiblemente en el momento de su muerte; verán el rostro de su Madre.
  7. He conseguido de mi Divino Hijo que las almas que propaguen esta devoción a mis lágrimas y dolores sean trasladadas de esta vida terrenal a la felicidad eterna directamente, pues serán borrados todos sus pecados, y mi Hijo y Yo seremos su consolación y alegría.

Víctor Martínez considera que es propicia la ocasión para que, durante toda esta Semana Santa nos unamos al dolor de María al vivir todo el proceso de crucifixión de Su Hijo amado Jesús, rezando siete Avemarías durante estos siete días y leyendo el pasaje bíblico donde se narra la pasión, muerte y resurrección de Nuestro Señor Jesucristo.

Gracias a nuestro hermano Ramón Núñez por apoyarnos y unirse en oración con nosotros.

Hasta la próxima.

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