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Audio: Confesándonos ante Dios

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Hola, amigos, ¿qué tal? Merhaba, arkadaslar, ¿nasilsiniz?

Existe una oración católica que todos en algún momento de nuestras vidas hemos hecho, aprendida cuando nos catequizaron para hacer la Primera Comunión, oración que repetimos antes del inicio de la Santa Misa, dice así:

“Yo confieso, ante Dios Todopoderoso y ante ustedes hermanos, que he pecado mucho de pensamiento, palabras, obras y omisión, por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa (aquí dándonos en el pecho), por eso ruego a Santa María siempre Virgen, a los Santos y a ustedes hermanos, que intercedan por mí, ante Dios Nuestro Señor”.

Es esta una manera de reconocernos pecadores ante Dios, antes de participar en la Sagrada Eucaristía, limpiando el alma para darle entrada en nuestro corazón a la presencia del Espíritu Santo.

Con el pensamiento pecamos mucho, deseando a la pareja del otro, con morbosidades, tramando cosas indebidas en nuestras mentes, con nuestras actitudes negativas, pesimistas, nuestra falta de fe y todo lo que por esa vía entra a nosotros, es esta la vía más peligrosa, pues los pensamientos nos llevan a la acción.

Las palabras tienen fuerza y poder, no debemos decretar cosas malas, nos dice incluso, Efesios 4:29-31: “No digan malas palabras, sino palabras que ayuden y animen a los demás, para que lo que hablen le haga bien a quien los escuche. No hagan poner triste al Espíritu Santo, quien es la garantía para su completa liberación en el día señalado. Quítense de ustedes toda amargura, ira y enojo, gritos, calumnias y malicia”. Palabra de Dios.

Este pasaje nos muestra cómo el Espíritu Santo se entristece con nuestro vocabulario sucio, malas palabras, con nuestras actitudes de amargura, ira, enojo, cuando gritamos alzando la voz, cuando calumniamos a otros y actuamos con malicia.

Ni hablar del obrar mal, cuando hacemos cosas mal hechas, que dañan a los demás estamos bailando junto al demonio, su misma danza del desamor y estamos alejando de nosotros todas las fuerzas del bien, expulsando la presencia del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo y atrayendo el mal a nuestras vidas, las enfermedades, las desgracias hacia nuestra familia, incluso.

Callar y no denunciar lo mal hecho, no reconocer la presencia de Dios en el mundo, ni dársela a conocer a los demás, es pecar de omisión, existen seres humanos incapaces de proclamar la presencia de Dios, con sus actitudes, con su amor, con sus palabras, con su ejemplo, sirviendo a los demás.

Víctor Martínez te exhorta a meditar profundamente en tu corazón esa oración sagrada, y dejar de repetirla como un papagayo sin saber lo que estás diciendo, sí, tres golpes en el pecho son signo de tu arrepentimiento verdadero ante Dios.

Este mensaje ha llegado a todos ustedes gracias al apoyo recibido por nuestro exalumno muy agradecido.

Hasta la próxima.

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