Chivo, llegó tu final
En 1961, la inmensa avenida George Washington, en la época, constituía una vía segura y solitaria, ideal para un desplazamiento rápido.
Y por creerlo así, la extrema seguridad del presidente Rafael L. Trujillo, la eligió para darle jaque mate a él… y se lo dio.
Lo emboscaron a la altura de donde ahora está el barrio 30 de mayo, por ser el lugar justo en donde le dieron a Trujillo el visado para el infierno.
Nada podía fallar, rodando se aproximaba el potente Chevrolet, con el tirano en su interior, un chofer, así como una discreta seguridad para no llamar a la curiosidad.
Los conjurados eran piedad de un engranaje formado a imagen y semejanza del tirano, que por razones personales muy especial, se enfrentaron a él para bien de la nación.
El equipo que se involucró para ajusticiar al dictador, fue hecho y moldeado conforme lo requería el mandatario, era un grupo dispuesto para hacer de cualquier opositor un difunto.
Ese equipo de figuras con todo el poder que disfrutó a la sombra ¡del benefactor! fue su ejecutor.
¿Cómo analizar 6 décadas del final de un régimen de oprobio, de la muerta de un racista avergonzado de sus raíces haitianas?
Quizás, teniendo presente, que aunque Trujillo fue eliminado el 30 de mayo, de 1961, aun flota en el escenario político un fuerte hedor de su tiranía.