El 24 prólogo insurreccional, el 28 guerra patria.
Por Augusto Alvarez
En un abrir de ojos del 24 de abril de 1965, el pueblo aprendió sobre la marcha a rascarse con sus propias uñas para defenderse de los remanentes del trujillismo que habían echados raíces en el Centro de Enseñanzas de las Fuerzas Armadas, bajo la dirección del general Elias Wessin y Wessin.
La gran capacidad mostrada en los primeros días de abril por las masas hizo posible que 72 horas después, el pueblo en armas y desafiante, hiciera frente a las 82 divisiones aerotransportadas de los Estados Unidos.
Salvo los militares procedentes de los cuarteles (oficiales decididos a casarse con la gloria), nadie tenía conocimientos en el arte de la guerra, aunque sí nociones adquiridas de los libros.
En el ejemplo y las enseñanzas de esos guerreros formados en el fragor de los combates al invasor imperialista, la guerra contagió de orgullo patrio al pueblo que el corrupto Triunvirato masacró en la huelga insurreccional del mayo anterior.
Deben citarse los nombres de los militares que acompañaron a Francis Caamaño, Ramón Montes Arache, a los comandantes Pichirilo Mejia, a Barahona, Pujols y otros, incluidas mujeres que dieron más contenido a la lucha.
Desde el cerco imperialista a la Ciudad intramuros, el orgullo hombre del pueblo, entrando por la avenida Duarte y calle Ravelo, daba calor a los combatientes y en cierto modo, ejercía las funciones de un correo revolucionario
La revuelta de abril impactó en el mundo, creando canales para que algunos militantes adquirieron formación militar en naciones con experiencias revolucionarias.
Aunque no todos los combatientes de abril de 1965 luchaban por los mismos objetivos, lo que importa es que ahí estaban.
Mientras, lo que interesa es valorar en su justa dimensión la insurrección del 24 y la guerra del 28, donde la dominicanidad alcanzó niveles especiales.