El Gagá y la nación dominicana
El mundo contemporáneo, el sistema mundo creado por la tradición judeocristiana, está siendo desmontado desde y por el Poder, así en mayúscula. Hay en desarrollo, aquí y ahora, en esta hora crepuscular y decadente de nuestra civilización, una gran guerra en curso, es lo que Agustín Laje llama o denomina como “la batalla cultural“ e innegablemente se están desmontando los paradigmas mentales colectivos de autoridad, sexo, fuerza moral, religión y cultura, con todo lo que ella envuelve, además de la muerte programada e inducida, de los valores morales que han sustentado, no solo nuestra fe, sino también los basamentos de nuestra cultura y civilización.
El gagá o el baile del gagá, es una forma de ministración, que se usa en la semana santa o el Eastern del mundo anglosajón, que, en el éxtasis mórbido del baile de palos, introduce al oficiante en la religión del Vudú. Al respecto, David Nicholls dice, en De Dessalines a Duvalier, raza, color y la independencia de Haití: “El vudú es una amalgama de varias religiones de África occidental que también incorpora algunos elementos del cristianismo católico. Fue la religión de los esclavos de la Isla de Saint Domingue y ha continuado siendo la fe de la mayoría de los haitianos desde entonces“, pagina 43
Un pensador inglés, aseguró, para el mundo y para el resto de la historia y de la humanidad, el siguiente apotegma, relativo a la ingeniería y el control de la sociedad “ Si quieres que algo cambie, ponlo en la realidad de la gente“ explicado en términos sencillos y comprensibles, podemos afirmar que la sociedad y la historia misma y sus procesos, y mayormente luego del establecimiento del Nuevo Orden mundial de la posguerra mundial del 1939-1945, son hijas y creación del diseño y la voluntad de las elites, que están detrás y encima de los estamentos formales y visibles del poder, que nos ha mostrado y presentado el sistema democrático, al menos en los territorios del hemisferio occidental.
Un ejemplo de dominio, programación y penetración cultural, es el caso de China, Japón, y otros varios países del Asia, que no es que sencillamente sean realmente ateos, el hombre, pienso yo, es imposible que sea ateo, sin dios, porque siempre, y mayormente ante las calamidades y desastres que se han presentado a lo largo de la historia de la humanidad, ha necesitado un referente, un icono, una imagen, una idea de un Ser supremo creador y arquitecto de todo lo visible e invisible, sino también del destino humano, a quien clamar en esos momentos angustiosos y decisivos. El ateo profesa la fe de la anti-fe, su dios, subjetivo como el nuestro, pero de grandes y portentosas manifestaciones, es el anti-dios. China, si es atea, es porque no fue alcanzada, por las limitaciones de transporte y comunicación, por la tradición judeo cristiana, por ello son más filosóficos que religiosos, Confucio y Laotse han sido los dos pensadores de su catequesis y su ortodoxia histórica.
Recientemente, en nuestro país ha surgido una nueva amenaza desde sectores del poder y ONGs foráneas y locales, de poner e imponer, en la realidad de la gente, el culto ancestral africano y panteísta del gagá. Siempre hemos sostenido el hecho geopolítico, de que nunca las fronteras políticas han coincidido con las fronteras culturales. El ejemplo más conmovedor, es el del continente africano que tiene actualmente 54 estados, y todos fueron colonizados mayormente por el Reino Unido, que coloco sus botas sangrientas en un 73 por ciento de la tierra, Holanda y Francia, por solo citar tres, o mejor cuatro, incluyendo a Bélgica.
Si vemos el mapa africano, arriba a la izquierda está el llamado Congo Belga, que comenzó como un coto cerrado, un hato exclusivo para la cacería colonial de la realeza europea, teniendo una línea fronteriza recta y desconocedora de las identidades raciales y las prácticas religiosas de sus habitantes. Ese desacierto entre frontera cultural y frontera política desató el genocidio de Ruanda entre Hutus y Tutsi.
Debemos destacar aquí entonces, tomando como base esas dos situaciones, la idea de que si bien, desde 1929, por el Tratado o Acuerdo fronterizo entre Haití y la República Dominicana, durante la presidencia del General Horacio Vásquez Lajara, ratificado por el Protocolo de 1936, hecho por Rafael Leónidas Trujillo, con la participación de mentes tan preclaras como la de don Manuel Arturo Peña Batlle, donde se establece la línea limítrofe entre ambos países, aun así, hay que destacar la existencia de una verdadera frontera cultural y civilizatoria entre ambas naciones, que, con estos aprestos de penetración cultural a la inversa, porque siempre el país más fuerte económicamente y de mayor fortaleza identitaria es el que penetra y coloniza culturalmente a su vecino más débil, se ha puesto en marcha: se eliminó el escudo nacional de las hojas legales de los abogados, el logo de la Fiscalía se sustituyó por un clip doblado, los ministerios sustituyeron el escudo, por unos logos globalistas y “modernos“ sin tomar en cuenta que la modernidad, como período histórico, hace mucho que se murió, está pasada, o demodé, como dicen los franceses. Estas y otras medidas han sido aplicadas por administraciones de cualquier letra y color partidista, como respondiendo a una agenda de desnacionalización pautada desde los centros del poder globales.
Ahora, el poder político de las elites y sus lacayos y amanuenses locales, quieren como penetrar la sociedad con los ritos ancestrales y negadores de la tradición y la ortodoxia cristiana. Sabemos que la religión es poder y que no hay poder sin religiosidad. Dos hechos históricos sustentan nuestro aserto: primero, no hay una sola invasión colonial que no llevara consigo el elemento religioso, curas, chamanes, gurús, pastores, y segundo, la Unión Soviética, decidida a imponer las teorías del marxismo leninismo a sangre y fuego en los pobres y a veces analfabetos mujiks o campesinos rusos, debió mantener, como un reducto de la fe, a la Iglesia ortodoxa rusa, aunque, políticamente se declararan como ateos, o aconfesionales. Dos centros de poder se han encargado de colonizar religiosamente al mundo, mejor tres, para incluir a los judíos y su judaísmo racial y exclusivista. Los dos primeros, son el Vaticano, que envió a esta isla de Santo Domingo, que honra la memoria cruel e inquisidora del caballero de la contrarreforma, Domingo de Guzmán, canonizado en 1234 por el Papa Gregorio IX, a la primera Orden católica en estas tierras, la de los Dominicos, quienes impusieron, y nos dieron, el gentilicio de dominicanos.
La segunda, es toda la curia religiosa del islam, originada y esparcida mayormente desde Arabia, creando una deidad, monoteísta, como una reacción ineludible ha, siendo hermanos de los judíos y tan semitas como ellos, a la exclusividad de YHWH y de la práctica de la religión judaica, mantenida por los judíos durante más de 40 siglos. Por ello la narrativa de ser, monoteístas, revelacionistas, y también tener a Abraham como padre de la fe musulmana en El Corán, y sentar, la sede máxima de su peregrinación adorante, a La Meca y a la misma ciudad sagrada del judaísmo, Jerusalén, donde menos de un kilómetro, separan a la Mezquita de Al Acsa, de los muros o lo que aún permanece en pie, del muro o verja que rodeaba el segundo templo construido por Herodes el grande, que no era judío.
Lo desconcertante de este proceso transcultural que se ha puesto en marcha, es que al parecer ha llegado tarde, la generación actual ya está demasiado imbuida, colonizada epistemológicamente con las basuras rítmicas y adocenantes del dembow y el reggaetón, sustitutas del merengue, por lo que considero casi imposible, que decidan sustituirlo por los ritmos ancestrales, tribales y orgiásticos del Gagá, de la fiesta de palos, traídos del África por los haitianos asentados en el tercio francés de la isla o depósito de mano de obra esclava, que fuera Haití durante su vida colonial, Haití, aunque tenga cualquiera de sus nacionales, un celular móvil de última generación en la mano, no ha logrado, como nación ni como pueblo, quemar las etapas históricas y de procesos de desarrollo de la vida tribal, a la que pertenece el gaga y el Vudú, hasta la modernidad y el maquinismo, ni hasta los albores de la vida contemporánea. Hay que tener presente que la historia no da saltos, sino que va de hito en hito, de proceso en proceso, e imponer el gaga y el vudú, será un intento fallido, como fallido, según la ONU, es la nación que lo trajo desde el África, a su tercio de Isla, a estas tierras antillanas de Quisqueya, porque los haitianos, también son quisqueyanos, tal como dice el Himno Nacional.