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FUERA DE RÉCORD: Ocultando el código de odio

Recientemente, un empresario del transporte vomitó, quizás por ignorancia, todo el odio almacenado en su cuerpo contra haitianos y gente de color.

Tras sus declaraciones, recordamos el activismo de un síndico de la región Norte, así como la coincidencia bordeando la paranoia de dirigentes políticos que no se distancian del fulano en cuestión.

Para nadie es un secreto que dentro de nuestro principal poder de fuego, por lo menos un 9 por ciento tiene raíces exógenas, desde la fundación de la nación.

El racismo podría ser una herencia que llega al Nueva York chiquito, desde cuando los negros tenían que ceder los asientos a los blancos para no verse en los tribunales, mientras que aquí los choferes empujan a los haitianos a la «cocina».

Quizás y de manera inocente, fue la reacción de los banilejos al gritar que una nube negra estaba cruzando por la ciudad, en lógica alusión al presidente Lili.

Claro, desde los tiempos del doctor Balaguer, los haitianos (y dicen que algunos militares en zonas lejanas) y otros eran aceptados en épocas de elecciones sin importarles sus orígenes.

Sin embargo, justo es reconocer las agallas del empresario del transporte, al decir lo que otros piensan.

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