Fujimori y su ‘amor’ a distancia
Con su segunda, el sanguinario se casó por poderes
En 2006, el sanguinario dictador, Alberto Fujimori, tras huir como un cobarde de Perú, al verse acorralado por ciudadanos que exigían, entre otras cosas, justicia por los asesinatos de sus parientes, se refugió en Japón, el país de su descendencia.
Allí tuvo un matrimonio histórico, se casó con la empresaria japonés Satomi Kataoka, sin que ambos acudieran ante un juez de manera personal, ni estuvieran frente a frente, agarrándose de las manos y mirándose a los ojos, y al final, dándose el beso que consolidaba su unión.
Ninguno de los dos firmaron el acta de matrimonio, lo hicieron otros como si fueran ellos mismos.
Lo hizo como los cobardes, «por poderes». Es decir, ambos autorizaron a terceros ir ante una oficialía civil e inscribir su boda como si fueran ellos mismos.
Con esta irresponsable acción, Fujimori buscaba “protección”, evitar ser apresado y repatriado hacia Perú, donde miles de ciudadanos, que sufrían por sus crímenes, pedían la “cabeza” del dictador, lo querían ver tras las rejas.
Satomi Kataoka era la segunda esposa del expresidente peruano, a la que no le juró amor ni ante un juez ni ante un altar, la utilizó como una protección, para evitar ser deportado de Japón.
Y ciertamente, Satomi Kataoka encontró lo que buscaba, protección, pero no en Japón, porque desde ese país viajó a Chile, donde fue apresado y entregado a las autoridades peruanas.
La propia ¿esposa? admite que durante sus largos años de exilio y su encarcelamiento en Perú, le brindó a Fujimori apoyo tanto emocional como material.
«Nos casamos por poderes», explicó la ahora ¿viuda? de Alberto Fujimori.
Resulta evidente que tras las rejas, el anciano dictador requería de un «amor» a distancia, tal vez para olvidar las largas noches perturbadas por quienes él mandó a una ruta sin regreso.
Ella, tras enterarse de la muerte del criminal, corrupto y otrora dictador, también recordó al culpable de las matanzas de Barrios Altos y La Cantuta, definiéndolo como un hombre «amable». Pero, ¿sería con con ella?
Como “esposa”, al fin, ella parece creerse el cuento de que el sanguinario dictador «siempre tuvo su corazón con el pueblo de Perú”.
Para ella, Fujimori fue “un hombre amable, sincero y honesto”, tal vez, un santo, pero para el pueblo peruano, fue un verdugo, un criminal y un corrupto.