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La felicidad de Víctor Martínez

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REFLEXIONES…

Hola, amigos, ¿qué tal? Merhaba, arkadaslar, ¿nasilsiniz?

Alguien me cuestionaba en estos días mi expresión: “Yo soy el hombre más feliz del mundo”, me decía que eso era imposible porque la felicidad no era constante, era momentánea y se iba por temporada, además consideraba que para ser el hombre más feliz del mundo eran muchas las cosas que había que tener y dudaba que yo las tuviera.

No tengo la menor duda de que esta expresión ha molestado incluso a algunas personas que me lo han externado, sin embargo, voy a compartir cómo yo he logrado ser el hombre más feliz del mundo.

1. Aprendí desde pequeño a manejar el arte de las relaciones humanas, sonreír, saludar calurosamente, ser educado, cortés, amable y ser detallista, me ayudaron a sentirme siempre rodeado de muchas personas que me han demostrado cuánto me admiran y me quieren.

2. En mi adolescencia, asumí mi rol de buen cristiano seguidor incondicional de Jesús y fue entonces cuando descubrí que había que amar al prójimo como a uno mismo, de ahí en adelante jamás he dejado de dar, de compartir, de ayudar, de apoyar; interesarme siempre en los demás me ha hecho ganar más amigos de los que ganaría tratando de que los demás se interesen por mí.
Alfred Adler, famoso psicólogo vienés, decía que: “El individuo que no se interesa por sus semejantes es quien tiene las mayores dificultades en la vida y causa mayores heridas a los demás. De esos individuos surgen todos los fracasos humanos”.

3. Dos acontecimientos contribuyeron con mi felicidad, de esto hablé en estos días, la efusión del Espíritu Santo en mi Sacramento de la Confirmación y el libro Cómo Ganar Amigos e Influir sobre los demás.

4. Los aprendizajes de vida frente a mis limitaciones, debilidades, errores cometidos, problemas, preocupaciones, momentos difíciles, tristes, me llevaron a aferrarme más a la presencia de Dios en mi vida, quien me enseñó a perdonar y a perdonarme, creando en mí un manantial de felicidad inacabable.

5. El desprendimiento me liberó, llenándome de felicidad, despojarme de esa mochila de prejuicios, de creencias limitadoras, de presiones sociales y religiosas, de cosas materiales, aligeró mi carga y me mostró qué hermoso son los caminos del cielo, y cómo Dios le provee a sus hijos amados, el pan de cada día.

6. Por último, siempre me he dedicado a dar buenos frutos en todo lo que hago, y como a los árboles que dan frutos es a los que se le tira piedras, cada pedrada recibida me fue fortaleciendo espiritualmente, la crítica, los juicios, las murmuraciones a mi persona, me hicieron más fuerte y feliz.

Y como mi felicidad no depende de nada, ni de nadie, sino de Dios, tener al Padre, al Hijo, al Espíritu Santo y además tenerlo como Allah conmigo, me llevan a repetir, a sentir, a creer, a asegurar, que yo soy el hombre más feliz del mundo.

Este mensaje ha llegado a todos ustedes como cortesía de Punto Creativo.

Hasta la próxima.

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