AYUDAME A SALVAR UNA VIDA
Hola, amigos, ¿qué tal? Merhaba, arkadaslar, ¿nasilsiniz?
Qué hermoso cuando escuchamos de Isaías 35,4: “Él viene en persona y nos salva”, qué esperanzador mensaje para los momentos de dificultad e incertidumbre en nuestras vidas, hoy inspirado en la homilía de Fray Javier Garzón.
¿Alguna vez hemos sentido que perdemos todas las expectativas? Nos alejamos incluso de Dios, pensando que es Él quien se ha ido de nuestro lado a causa de nuestros pecados; e incluso nos alejamos los unos de los otros.
Nos encerramos y nos aislamos por sentirnos pecadores, es una actitud de aparente defensa que termina haciendo daño. El profeta nos anuncia: aquí está Dios, viene en persona con el único fin de salvar, recuérdenlo, DIOS, ESTÁ EN TODAS PARTES.
Cuando todo parece hundirse a nuestro alrededor, necesitamos escuchar y sentir que este es el momento de Dios. Que Él nos quiere vivos, humanos, dignos, tan grandes como nos ha creado. Las situaciones dramáticas con las que nos toca convivir y que nos empequeñecen no tienen la última palabra en nuestra historia: Dios viene en persona para salvarnos.
De la misma manera debemos acoger a los que están en desventaja.
La Iglesia debería hacerse experta en romper barreras que apartan y clasifican, y todos los creyentes tendríamos que hacer el compromiso de esforzarnos por integrar, acoger y cuidar con ternura a quienes están en situación de desventaja. Hoy la pobreza a la que alude el texto es excesivamente amplia, y no se queda en lo económico o social: quizá los que piensan diferente, hablan otra lengua, se sienten en los márgenes morales o han metido la pata de mil formas… Ellos son nuestros hermanos y como tal deben ser tratados y acogidos en esta familia en la que hay un lugar para todos.
Empezando por los propios ministros de las Iglesias, obispos, sacerdotes, diáconos, pastores, laicos, debemos ser ejemplo y acoger con amor a quienes son pecadores, como nos enseñó Jesús, quien fuera del espacio religioso donde aparentemente no había sitio para Dios, donde existían otras mentalidades, pero con las mismas necesidades, igual sed de vida, dignidad y trascendencia, Jesús se hacía presente pues ahí había hermanos, no enemigos.
Esa es la actitud para moverse entre los diferentes: todos nos podemos enriquecer si dejamos de lado prejuicios y sospechas. Jesús, el Maestro de los encuentros, nos enseña a acoger sin juzgar, a acercarnos, a tocar, a hacer procesos de fraternidad, a sentirnos vecinos que se necesitan y se ayudan. El trato humano es signo de Evangelio y premisa privilegiada de evangelización, pues como Víctor Martínez lo ha estado predicando DIOS ESTÁ EN TODAS PARTES.
Este mensaje ha llegado a todos ustedes gracias al apoyo recibido por la Fundación Farach.
Hasta la próxima.