La Policía es conducida viento en popa hacia su destrucción
Por Tomás Aquino G.
¿Qué es lo que está pasando en República Dominicana?
El país luce, a legua, que marcha por un camino pedregoso, sin rumbo fijo y que si no se toman medidas de rigor, podría convertirse en un Haití cualquiera.
La falta de autoridad está provocando una situación peligrosa, donde cualquier ciudadano se cree ley, batuta y constitución, con derecho a hacer lo que le da la gana.
No hay respeto del ciudadano a la autoridad, pero, en la mayoría de los casos, es la autoridad quien se gana ese irrespeto.
Pero tan poco hay respeto de la autoridad hacia el ciudadano. Y los ejemplos, llueven.
Nos están empujando hacia un callejón sin salida, con una daga apuntándonos hacia el corazón, y eso no puede ser.
Si las autoridades respetaran a la ciudadanía, de seguro, que los ciudadanos se ven obligados, aunque no quieran, a respetar a las autoridades.
Poner en peligro la vida de ciudadanos por una antojadiza persecución, resta autoridad a las autoridades.
Conocemos muy bien a nuestra Policía Nacional. Sabemos que en esa institución, donde los honestos superan por creces a los deshonestos. Allí hay muchos profesionales honestos, responsables que, por esas u otras características, le tronchan el camino, no le permiten avanzar y, por tanto, le impiden poner al servicio de la nación sus habilidades y destrezas.
A la Policía Nacional no hay que destruirla, como pretenden miles de ciudadanos, incluyendo altas autoridades, que desconocen que, en esta ocasión, esa institución es un mal necesario. Y es un «mal» porque está muy mal dirigida.
Los responsables de que la Policía Nacional marche por camino diferente, por un camino oscuro, sin futuro, deshonesto y en perjuicio de la ciudadanía, son los promotores de esa Ley 590-16, que la impusieron por tener mayoría en un Congreso, la promulgaron, la publicaron, y posteriormente, la violaron.
Danilo Medina, como Presidente, se burló de este país en materia policial. Fue el que más se preocupó porque la Policía Nacional tuviera un “ley moderna”, y al final resultó un mamotreto de ley, lleno de contradicciones y en perjuicio de sus miembros.
De paso, Danilo Medina fue el primero en violar esa ley al mantener en su cargo, por casi tres años, a un director policial abusador, totalmente cuestionado, que ha sido involucrado en la mafia de los combustibles detectada en la Policía Nacional, y que está siendo señalado como uno de quienes quebraron la cooperativa de los miembros de esa institución.
Nos referimos a Ney Aldrin Bautista Almonte, que al igual que Nelson Peguero Paredes, constituyó una vergüenza para el país.
Si tuviéramos un Ministerio Público responsable, hoy ambos estuvieran en la cárcel, pagando por hechos bochornosos que ocurrieron en su gestión.
Cuando los dominicanos pensábamos que el “cambio” llegaría a la Policía Nacional, por la lluvia de promesas hecha en campaña por el actual presidente Luis Abinader, resulta que hoy la vaina está peor, como diría el grupo Los Guaraguaos.
Y para colmo, para acabar de hundir a la Policía Nacional, el presidente Abinader importó a un español (a Pepe Vila), lo hizo dominicano por decreto y lo colocó como comisionado de policía, para que dirigiera una “reforma” policial, que únicamente existe en la mente de sus fallidos propulsores, olvidándose de que fueron los españoles quienes primeros saquearon a este pedacito de tierra, acabaron con los indígenas y se llevaron nuestro oro.
Hoy, el español Pepe Vila amenaza con destruir a la Policía, y de paso, con su salario mensual podrían pagarle a, por lo menos, 15 generales.
El presidente Abinader, tal vez por falta de conocimiento, estropeó a la Policía Nacional, designando a un joven sin marcha, sin cola, pero sin la sabiduría necesaria para dirigir esa complicada institución.
Luego, el mandatario incurrió en otro gran error, designó como director a un hombre cuestionado, sumamente cuestionado, y que está conduciendo a la Policía Nacional hacia un callejón sin salida, hacia destrucción.
Los últimos retiros y ascensos constituyen un claro y contundente ejemplo, de los errores de esta desafortunada gestión, donde las denuncias de corrupción, al interno de la Policía Nacional, no cesan, continúan cayendo como lluvia.
Y lo peor, el propio presidente Abinader es el mayor responsable de la violencia de la Policía Nacional contra la ciudadanía. Y ejemplos claros de esa violencia, lo constituye la acción criminal de agentes policiales contra una profesional, en la ciudad de Mao; los fusilamientos de ciudadanos, como fue el caso de San Francisco de Macorís, y la muerte de un niño, en Santiago.
Y esto lo decimos, porque esos casos y otros, han ocurrido luego de la orden indirecta, para ser más conservador, transmitida por el jefe de Estado a la Policía Nacional, de enfrentar a los delincuentes en su terreno.
Ciertamente, la delincuencia es insoportable, hay que enfrentarla con dureza, pero sin incurrir en sus mismas acciones, y en ocasiones, actuar como sicarios, y mucho menos, atacar a tiros a cualquier ciudadano.
Y para no entrar en más detalles, sin importar lo que piensen algunos, al presidente Abinader le queda un año y cuatro meses de gestión, lo que significa que aun tiene tiempo, mínimamente, de corregir sus errores y cambiar el rumbo de la Policía Nacional, evitando que quienes la dirigen, la conduzcan hacia un precipicio.
Un error fatal sería designar a un oficial sin experiencia, sin capacidad y sin personalidad al frente de la Policía Nacional, por compromiso político o por amiguismo, o designar como director a un oficial cuestionado a lo interno de la misma institución, como ocurre con el actual incumbente.
Y si lo hace, si incurre de nuevo en otro error, la víctima será la propia Policía Nacional y la ciudadanía, que tendrá que continuar viviendo en un estado de zozobra, de inseguridad y de temor.