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Las pifias de un militar golpistas.

La ambición desmedida se multiplica en la ignorancia de militares que suelen ignorar la importancia de un político que en tres ocasiones ha sido presidente.

Tal es el caso de Jair Bolsonaro, un hombre de armas que por una jugada de la historia, llegó a la primera posición del Estado en Brasil.

De una historia inficionada con la prisión de Luiz Inácio Lula da Silva, que en dos ocasiones había ocupado la presidencia de su país.

Al interior de las fuerzas militares y policiales, resultan lógicas las conexiones indistintas (personales y políticas) de un presidente, y quizás por ellas, los planes de Bolsonaro no tenían asidero.

Además, él intentó poner en práctica la receta de Donald Trump, el ex presidente de Estados Unidos, atrapado entre la justicia y cabeza de los halcones de la supremacía blanca.

Esto, justo cuando una especie de despertar de las naciones del área se aleja del militarismo y trazan sus propios rumbos.

Fueron múltiples los esfuerzos de Bolsonaro para que el senador Marcos Val secundara un golpe de Estado que impidiera el acceso de Lula da Silva a la Presidencia, y esto no es una especulación lo expresó el legislador.

Y mientras desde su refugio en Miami conspiraba, en el plano interno, en Brasil, en especial, en los cuarteles, el presidente fortalecía sus amarres con el vistazo complaciente de Washington.

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