ACTUALIDADNACIONALESOPINION

Los retos y desafíos de la gobernanza global

Caso: La ética en la administración pública

Por Allen Peña García

La gobernanza, según Nayan Chanda, periodista, autor y académico indio, supone la regulación de personas en un espacio finito, en el que, producto de la globalización, se mezclan diversas comunidades con intereses variados.

En el caso específico de la gobernanza global como punto focal de este artículo, es un concepto un tanto confuso, que inevitablemente contiene en su haber la elaboración de ciertas reglas que permiten la convivencia en un mundo totalmente globalizado e interdependiente, que aparte de establecer dichas normas, procura también establecer responsables sobre la política global en cuanto a la cooperación internacional y el multilateralismo.

Por su lado, la ética, como rama de la filosofía que estudia lo correcto y lo incorrecto en función de los diversos principios y costumbres de cada sociedad, juega un papel preponderante en la aplicación de las normas que procura hacer valer la gobernanza global, principalmente en lo relativo a la administración de la cosa pública.

Partiendo de esta realidad, debemos asumir que la democracia a nivel global ha evolucionado de manera tal que ha dado lugar a cambios profundos en distintos sentidos, tanto en aspectos sociales, políticos, como económicos, cambios en sí mismos que han generado con ellos nuevos escenarios que impactan a los Estados en su conjunto y a las sociedades en sentido general.

Dadas estas transformaciones se ha hecho necesario que las políticas públicas se construyan sobre la base de un sistema más cooperativo entre el Estado nación y el ciudadano; que procure un desempeño más eficiente, eficaz y activo en cuanto al rol del gobierno como administrador del Estado.

Estas políticas públicas necesariamente, y por efecto dominó de la misma transparencia que proclaman, conllevan un escrutinio más profundo por parte de la ciudadanía, que suele generar en sí mismo resultados de mejor calidad en los servicios públicos brindados, en consecuencia, mayores niveles de satisfacción por parte de los ciudadanos.

En este sentido, no solo a nivel local, sino también a nivel global, la ética debe enraizarse en las administraciones públicas para generar confianza en los ciudadanos, fortaleciendo mediante esta confianza la legitimidad de los gobiernos, logrando así fomentar una mayor apertura a las democracias genuinas.

De igual manera, la actuación apegada a la ética por parte de los servidores públicos asegura que dichas acciones se orienten siempre, tal como proclaman los principios de la Administración Pública establecidos por el legislador en el artículo 138 de la Constitución dominicana, a la eficacia, jerarquía, objetividad, igualdad, transparencia, economía, publicidad y coordinación, con sometimiento pleno al ordenamiento jurídico del Estado; o de lo contrario se vería empujada la administración a ser propensa a favorecer a unos pocos en detrimento de la mayoría, alejándose en su totalidad de una buena gobernabilidad, elemento esencial para el desarrollo sostenible de cualquier Estado nación.

De igual manera, y no menos importante, la aplicación de estos principios de la Administración Pública supra mencionados, persigue de manera continua la erradicación de la corrupción administrativa, flagelo que contribuye de manera importante a mantener sumida en una pobreza preponderante a las sociedades dirigidas por gobiernos que no generan políticas públicas de calidad amparadas en la ética para sus ciudadanos.

Al asumir los servidores públicos los compromisos éticos que demanda la Administración Pública en esta era de la globalización, donde las comunicaciones en tiempo real dejan muy poco margen a la oscuridad de la información, estos generan una mayor confianza no solo en la ciudadanía, sino que a la vez, ofrecen un clima atractivo a los inversionistas extranjeros y a organismos internacionales y multilaterales de cooperación, logrando así viabilizar un desarrollo sostenido más robusto para el Estado nación de que se trate.

Dicho esto, en el plano global es menester que organismos multilaterales que velan por el desarrollo sostenible de los pueblos intensifiquen la implementación de proyectos tendentes a instaurar una cultura ética en las administraciones públicas, porque solo de esta manera será posible avanzar hacia sociedades más comprometidas con el desarrollo de líderes con sentido de responsabilidad, de honestidad y de compromiso con el futuro de sus conciudadanos; el fomento de esa cultura ética supone ir más allá de la teoría en los salones de clases, sino que urge ser aplicada en la práctica diaria del ejercicio de la función pública por quienes la ejecutan.

Por esto, al hablar de gobernanza global, sea cual sea nuestra postura al respecto, no podemos separar la teoría ni nuestro accionar de un comportamiento ético, apegado a los más nobles principios que anhelan nuestras sociedades.

En el mismo orden, pero en el plano local, atendiendo a lo antes dicho, concluyó estableciendo la necesidad de seguir fomentando, como bien se viene haciendo, una cultura ética en la administración pública dominicana, que continúe procurando una mejor interacción entre los ciudadanos con su gobierno, y una mejor relación del gobierno con sus pares del exterior.

Publicaciones relacionadas

Botón volver arriba