Hipocresía al rojo vivo

Por Augusto Álvarez
Transcurrió el día de recordar al ¿principal? cabeza de la trilogía de una nación colocada en el mismo trayecto del Sol.
Y realizando un atrevimiento, al tratar de comparar lo preparativos para la madre espiritual de los dominicanos, llegamos a la percepción de ver a un Juan Pablo Duarte, disminuido ante la creencia.
Como el patricio no tenía, en su momento de esplendor, la capacidad de hacer milagros, es entendible percibir una disminución entre lo que se ve y lo que no se ve, entre lo que se escribió entre el 27 de febrero y un 19 de marzo y la ¡aparición del 21 de enero.
La concentración en la basílica de La Altagracia, de principalísimas figuras políticas de nuestro país, es una realidad que nos obliga a preguntar, ¿cuál fue primero, la gallina o el huevo?
Es una percepción entender que reinó la mezquindad en la recordación del patricio, y hasta hipocresía.
Valorar el pensamiento de Duarte, en los años en que alumbró sus ideas, es necesario dar un paso y recordar aquella expresión de pensamiento y acción que si podemos endosar a la cabeza de la trilogía de la Independencia Nacional.
Escasos actos en enero 26, pocas ¡figuras relevantes! en el escenario duartiano, salvo en el lugar donde se dice están sus cenizas, alguna música, marcó el principio y final de una recordación.
Si alguien preguntara ahora mi parecer sobre las actividades para conmemorar el natalicio de Duarte, las definirías de pálidas, en donde faltó sazón.