¡No más, Haití! Somos RD
Por Augusto Álvarez
La crisis política al otro lado del Masacre, era insostenible desde antes del magnicidio que terminó con el presidente Jovenel Moïse.
Con el trabucazo se cortó un eslabón que nos situó en mejores condiciones para un agosto 16, fecha restauradora, aunque la fuñenda siguió con el negro que aún tenemos detrás de la oreja.
Tropiezos serios siguieron, 30 de marzo y las carreras Beller campos fueron, y otra vez alguien gritó, el 19 de marzo ¡de aquí no pasarán!
Sin novedad en el frente, hasta que un presidente Trujillo se subió las mangas y sacó la palabra perejil, en 1937.
Sin embargo, pese a la masacre del perejil, la fuñenda (no la de Soto Jiménez) se ha trasladado a sus 28 mil kilómetros, es decir, Haití, donde las pandillas constituyen el verdadero control del país.
Distintas administraciones políticas en Haití, exceptuando a Duvalier (François ), y todas protegidas por la sombrilla del Tío Sam, que dicho sea de pasada, ha compartido el saqueo y el empobrecimiento con los franceses y canadienses.
Y mientras tanto, las bandas criminales han multiplicado sus trágicos accionar, después del magnicidio de Jovenel Moïse, incluyendo entre sus víctimas a religiosos de Estados Unidos, obligados a pagar un millonario rescate.
Ahora se trata de invertir recursos y tiempo en un abanico de partidos, para ir a reiterar los dichos con fuerza por el presidente Luis Abinader, quien traza la política exterior, y si no fue escuchado, ¿oirán a otros?
Al estudiar la historia y sus personajes, descubriremos a varios líderes nuestros con una mancha negra detrás de la oreja.
Y también sabremos que somos el único país en el mundo donde existe el color indio.
En definitiva, la situación de Haití luce como un barril de pólvora a punto de explotar, y mientras surja una solución, que no se vislumbra en el horizonte, el presidente Abinader debe tomar cuantas medidas sean necesarias para proteger las fronteras y nuestra soberanía.
Usted, presidente, es el único responsable de preservar nuestra soberanía, pues juró que lo haría, y cualquier error en perjuicio de nuestra patria, la historia lo condenará.