Reflexión nocturna
Hola amigos, ¿qué tal? Como los bebés no saben hablar, se comunican con el llanto. Si tienen sueño, lloran; si tienen hambre, lloran; si están aburridos, lloran; y a veces incluso pareciera que los niños lloran porque sí, sin motivo. Pero siempre lo tienen.
Todos los días me despierta el llanto de un niño, mi vecino, que sin mentir dura horas y a veces se ha pasado toda la mañana sin dejar de llorar.
Alcanzo a escuchar a la madre amorosa, pero al final termina en la desesperación. Sobre todo, cuando el niño ya no es tan bebé y se puede comunicar.
Claro, los brazos preferidos son los de mamá, pero ella tiene que preparase para irse al trabajo. Cuando ella coge a su bebé, le mece, le arrulla, le dice palabras bonitas al oído, muchas veces se calma.
Imagino que, papá ayuda, si existe, sentar al niño en su cochecito y andar un ratito por la casa, el vaivén y traqueteo le hace tranquilizarse.
Las caricias también sosiegan al bebé. Lo ideal es que esté acostumbrado a recibir masajitos, por eso hay que hacerlo de forma habitual.
Revisar la salud, la alimentación, la necesidad de cariño, la falta de amor y presencia, la falta de hábitos y disciplina, sus horarios de dormir son algunas de las tantas que debemos tener en cuenta cuando nuestro niño llora.
Víctor Martinez les recuerda, además, que nunca debe faltar: “Ángel de la guarda, dulce compañía, no nos desampare ni de noche ni de día.”
Hasta la próxima.
(Reflexión nocturna de un gran catecúmeno)