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REFLEXIONES: Visité al mocho

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Hola amigos, ¿qué tal? Para quienes me dan seguimiento, saben de mi mensaje del falso mocho (como todos le llaman) que escribí los otros días.

Domingo en la mañana, día tranquilo, me levanté, ropa sencilla, llamé a un taxista conocido y al llegar le pedí que me llevara donde el mocho, pero que me tenía que esperar, fundas de ropa, algunos alimentos, un dinerito y camino hacia la casa del mocho.

Máximo Gómez para arriba, casi en Villa Mella, bellos recuerdos cuando Víctor Martínez atendía dos capillas en esos barrios, en los años 80, Guaricano y Los Casabes, ¡cuánto ha cambiado todo esto! iba los fines de semana a celebrar y predicar la Palabra, después de regresar de la cárcel la Victoria, donde compartía cada semana con los presos, predicándoles, aconsejándoles y buscando el arrepentimiento sincero de sus pecados.

El mocho vive precisamente detrás de una de esas capillitas, pequeño camino, lodo, y todo un panorama que no deseo describir, pues no viene al caso.

Pregunto por el mocho y el mocho es famoso, todos se mueven y ahí viene el mocho, sorprendido, abre los ojasos, acabado de levantar y me dice: “¡oh, pastor!, ¿que usted hace aquí?” ¿Pastor?, pregunté, a lo que contestó: “así es como yo le digo, pues eso es lo usted parece,” pero tu apenas me conoces, le dije, “eso es lo que usted cree,” me contestó.

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Lo dejé así, le entregue lo que le llevaba y como no le vi interés en que fuera a su casita, no lo quise poner en el compromiso, ¿y los niños?, “ahí están todos durmiendo, me contestó, tiene que venir otro día más tarde para que los conozca”.

Me marché silencioso y el taxista sólo me dijo: “don Víctor no se meta por estos sitios, que son peligrosos,” a lo que respondí, peligrosa es la indiferencia con que estamos viviendo los seres humanos, frente a las necesidades de los demás, reinó el silencio de nuevo hasta llegar.

¿Cuánto le debo hermano?, “nada don Víctor, hoy quiero ser parte de la obra, que Dios lo siga usando”.

Le insistí, no hubo manera, lo despedí rápidamente no vaya a ver mis lágrimas correr por mis mejillas.
Gracias Señor, por todas tus maravillas, por usarme para tus obras y tomarme en cuenta.

Hasta la próxima.

 

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