Reforma, depuración, auditorías y cambio en la Policía
Por Nicanor Ramírez
(Especial para RI)
Es de alta preocupación, y ante el interés demostrado por el presidente Luis Abinader, de transformar la Policía Nacional, acorde con los principios constitucionales de que están investidas las personas.
Ante esa realidad, se observa un aspecto político que envuelve al gobierno, cuando dotado de la mejor intención, quiere hacer cosas para el bienestar social, pero un grupo de personeros que lo rodean, le sugieren y hasta le imponen quienes deben ocupar las funciones de la administración o puestos de mando, que en la mayoría de los casos, personas incompetentes, logran estas oportunidades, siendo la clase más espuria y corrompida.
La situación actual de la Policía Nacional, llama la atención y no escapa a esa realidad, y es asqueante decirlo cuando se trata de hablar de reforma o transformación de ese órgano.
E el anterior director general de la Policía, Eduardo Alberto Then, con quien no me une ningún vínculo, por el contrario no es santo de mi devoción, pero a decir verdad dio inicio con manos duras y de transparencia de lo que debía ser la reforma, cuando dispuso llevar capacitación a todas las direcciones regionales con un personal altamente capacitado, sin persecución ni retaliación.
Y los que tenían antecedentes de indisciplina y corrupción comprobadas, como gran conocedor de ese organismo, los apartó y no le dio funciones. Y otros lo puso en retiro, según tuviera su tiempo o cumpliera con los requisitos que establece la ley para ese fin.
Algunos se quedaron porque el ex ministro de Interior y Policía, Jesús –Chu- Vásquez Martínez los protegió.
En ese ámbito, eso es reforma, a pesar de la grandes oposiciones que le hizo el ex ministro, además era muy difícil que los policías se vieran involucrados en acciones reñidas con la ley como se pueden ver en la actualidad, ya que eran orientados con talleres.
Es bueno preguntarse, ahora ¿quién realiza esas actividades? ¿Quién está capacitado para hacerlas?
Al contrario, esta administración, sin ningún norte ni programa de reforma, junto al ex ministro “Chu” Vásquez Martínez y su actual director Guzmán Peralta, la criticaban y decían que esos talleres eran para maltratar a los miembros de esa institución.
La verdadera reforma policial tiene que comenzar con la ley, pero con personal capacitado a esos fines, no con un grupo de ineptos y corruptos dirigiendo esa institución en la actualidad, la mayoría de ellos, incluyendo su titular, envueltos en corrupción y malversaciones, y esto se demuestra en las diferentes auditorías que fueron realizadas en la DIGESETT, en POLITUR, en IPE, y en el HOSGEDOSPOL, donde las mismas reflejan malversaciones cuantiosas, y estos personeros son los que están dirigiendo la institución.
Todo esto indica, lamentablemente, que no hay reforma. Por el contrario, mientras más días pasan, esa institución se hunde.
La actual administración ha dado diez pasos atrás a cómo encontró los lineamientos que había hecho la dirección anterior.
En la actualidad parecería que estamos en la época del paleolítico inferior o el hombre neandertal, rodeado de la clase más espuria y con antecedentes de corrupción y de malas administraciones en las posiciones desempeñadas.
Tal es el caso del mayor general Ramón A. Guzmán Peralta, cuando se desempeñó en la DIGESETT del cual, precisamente este digital (RI) publicó una auditoría que se le hiciera a su gestión, con más de 421 millones de pesos malversados.
Será bueno preguntar, ¿Cómo es posible que sea, precisamente, este personaje que esté dirigiendo la Policía Nacional, rodeado con la claque más ominosa?
El presidente Abinader, que tiene la llamada reforma policial entre sus posibles grandes logros, debería ordenar a su DNI investigar todo lo que se mueve a lo interno de la Policía Nacional.
Y sugerimos esto, porque hay oficiales activos y retirados que señalan que en esa institución, en la actualidad, lo que impera es una especie de “extorsión” a todos los niveles y a la que tienen que someterse todos sus miembros, que están o quieren ir a los puestos de mando.
Empero, esos mismos oficiales, activos y retirados, aclaran que de esa supuesta extorsión, únicamente se salvan aquellos que tienen cierta honestidad o que pertenecían a la administración anterior, incluyendo, hasta rasos, cabos y sargentos.
Eso no puede ser posible, quisiéramos creer que nos están desinformando, pero la bola está en la cancha del presidente Abinader, quien ha hecho todos los esfuerzos para poner en marcha su reforma policial.
Empero, para que haya reforma policial, debe haber un proceso de depuración, que abarque a todos los miembros de la Policía Nacional, desde raso hasta mayor general, sin excepción.
Desde luego, en esa depuración no puede, bajo ninguna excusa, participar miembros activos de la institución, puesto que sería acomodado a muchos jerarcas policiales, con horrendo historial.
Es una vergüenza que oficiales de altos rangos, brillantes, honestos, sin cola, estén en el “banco”, es decir, sin funciones, por retaliación.
Mientras que a otros, que auditorías realizadas por instrucciones de exjefes de la Policía Nacional, hoy estén desempeñando altas y delicadas funciones dentro de esa institución.
Ahí está el caso del actual Inspector General de la Policía, designado en esa importante posición, a pesar de que una auditoría (copia de la cual tiene este digital) revelara serias irregularidades durante sus funciones como subdirector Financiero y Administrativo del Hospital General de la institución, en el período 2015-2018.
¿Cómo es posible que una persona ante los hallazgos de esa auditoría esté dirigiendo lo más importante dentro de esa institución, la disciplina?
Esa y otras designaciones constituyen una estocada a la reforma policial, que para muchos analistas, abogados, e inclusive, policías y ex policías, nació dentro de un pantano y no ha podido salir del mismo.
Para el presidente de la República, Luis Abinader, la reforma policial ha constituido un fracaso, pese a sus visitas semanales a la sede policial.
Ahora bien, al presidente Abinader le queda tiempo suficiente para lograr la transformación de la Policía Nacional, pero tiene que comenzar sacando de esa institución a todos aquellos elementos tildados de corruptos, de criminales y quienes han sido señalados, por diferentes vías, como protectores de narcotraficantes.
De lo contrario, la reforma policial seguirá siendo un fracaso y, lo más importante, la inseguridad ciudadana seguirá creciendo, y las consecuencias seguirán siendo amargas para los dominicanos.