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Buenos haitianos

REFLEXIONES...

 AYUDAME A SALVAR UNA VIDA 

 

 

Hola, amigos, ¿qué tal?  Merhaba, arkadaslar, ¿nasilsiniz?

Recién me ordené de diácono en los años de los 80, me dediqué a predicar por varios años entre los cañaverales y comunidades de Villa Mella y la cárcel La Victoria. Tuve la oportunidad de compartir muy de cerca con los haitianos.

Recuerdo que mi primer difunto, fue un viejito haitiano que llevaba varios días en la agonía de no poder morir, ellos me pidieron visitarlo y orarle para ayudarlos en ese tránsito de la vida terrenal a la vida espiritual y cuando terminé la celebración de ese día me acerqué a aquel rincón en aquella choza cayéndose y al entrar me fue impresionante ver todo lo que rodeaba a ese señor, velas, santería, objetos colgantes, etc., sentí temor, me impresioné mucho, pero como fiel apóstol del Padre procedí a hacer mis oraciones.

Se me ocurrió entre otras, hacer la oración del exorcismo, algo modificada, que se hace en el bautizo: “Dios todopoderoso y eterno, que has enviado a tu Hijo al mundo, para librarnos del dominio de Satanás, espíritu del mal, y llevarnos así, arrancados de las tinieblas, al Reino de tu luz admirable; te pedimos que este hermano, hijo tuyo, sea liberado de todos sus pecados y de las influencias del mal, para que se convierta en templo tuyo, y que el Espíritu Santo habite en él. Por Cristo nuestro Señor. Amén”.

Tomé mi agua bendita, procedí a rociarla por toda la habitación y el hombre expiró, ante los rituales, gritos y escenas impresionantes me monté en mi vehículo y de inmediato me marché. Ese día no quise ir a mi casa, me fui al santísimo, en mi parroquia el buen pastor, la cual estaba en mi colegio y traté de sosegarme. Al otro día me recibió Monseñor Gómez, sacerdote con dotes especiales para vencer las fuerzas del mal, quien oro por mí y me aconsejó para lidiar con situaciones así.

Aquella gente era buena, me esperaban ansiosos todas las semanas para escuchar mis prédicas y recibir la Eucaristía, nunca recibían sacerdote alguno, por lo que nunca podían confesar, esto hacía que dentro de la celebración yo incluyera un amplio examen de conciencia y acto de contrición y los hiciera sentirse perdonados por Dios.

Fueron momentos maravillosos, gente muy buena que sembró mucho en mí, jamás olvidaré que el día de mi ordenación diaconal se aparecieron todos en un gran autobús, y que sorpresa me llevé.

No todos los haitianos son iguales, los hay de fe, cristianos de verdad, que necesitan de la mano amiga de nosotros para ayudarlos a liberarse de las fuerzas del mal y las maldiciones de su entorno que a través de la miseria y los sufrimientos han tenido que heredar de sus antepasados.

Pero… debemos tener en cuenta que ellos tienen su lugar, y que no podemos darle el nuestro, la caridad empieza por casa, siglos antes de que se acuñara en español la expresión «la caridad comienza por casa», el profeta Isaías (58:7) reprendió al pueblo diciendo: «Es para compartir tu pan con el hambriento y para que traigas a los pobres que rechazaste en tu casa, y para que cuando veas al desnudo, le cubras de ropas y para que no te ocultes de tu propia carne«, lo que alude a tu propia familia. Incluso antes, la Torá nos dice: «Abrirás tu mano a tu hermano, a tu pobre y a tu necesitado en tu tierra» (Deuteronomio 15:11). Una antigua traducción aramea dice explícitamente que «tu hermano» es «tu pariente».

Por lo tanto, la ley judía dice específicamente que en nuestras decisiones de caridad los miembros de la familia tienen preferencia antes que otros individuos necesitados u otras causas.

Sin embargo, hay otra fuente que parece sugerir lo opuesto. Uno de los diezmos que menciona la Torá está destinado a los pobres. El Talmud nos informa que podemos dar este diezmo a miembros de la familia, pero «la desgracia le sobrevendrá a quien alimenta a su padre con el diezmo de los pobres».

Ayudemos pues a nuestros hermanos haitianos, pero en su casa, hasta donde podamos y enseñándolos a respetar lo nuestro.

Primero lo primero, mi familia, mi país, mi patria, mi religión, mi cultura, mi idioma, mis símbolos patrios, mi gente.

Mensaje cortesía de nuestra Comunidad de Amor.

Hasta la próxima.

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