Dios, Patria y Libertad, vamos a defender nuestra nación
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REFLEXIONES…
Hola, amigos, ¿qué tal? Merhaba, arkadaslar, ¿nasilsiniz?
Hoy día de la Independencia Nacional de la República Dominicana, Victor Martinez, ha querido tomar algunas notas del prestigioso Prof. Manuel Nuñez, para reflexionar a la luz del Espíritu Santo y recordar lo que podría esperarle a nuestro país.
“Durante la ocupación de 1822, los haitianos prohibieron todas las fiestas religiosas; despojaron a la Iglesia de todos sus bienes, prohibieron la lengua española en todos actos públicos y trámites de Estado; repartieron las tierras de Santo Domingo entre los oficiales de su Ejército de cincuenta mil hombres; anularon los títulos de propiedad; convirtieron muchos de los templos e iglesias del país en arsenales y almacenes de víveres; cerraron la Universidad más antigua del continente, e implantaron en ambos pueblos de la isla, una dictadura oscurantista, con los poderes de un monarca despótico.
Inventaron la primera monarquía absoluta del continente americano, que luego se alternó con el llamado régimen de los presidentes vitalicios, que, a decir verdad, ha sido la única invención típicamente haitiana. Esa dictadura bárbara sólo pudo ser derrocada por la insurrección de su propio pueblo y con el estratégico apoyo que le diera nuestro Padre de la Patria, Juan Pablo Duarte, para derrumbar ese poder rotundamente nefasto.
La destrucción de las instituciones religiosas; la eliminación de la enseñanza, de la lengua y la cultura de los dominicanos: tradiciones, calendario religioso, transmisión de las doctrinas ; todo quedó pulverizado; se anulaba la enseñanza y la institución religiosa, dejando proliferar a sus anchas las supersticiones del vudú; se suplantaba a la patria, mediante el predominio de la población extranjera y se proscribía cualquier posibilidad de independencia del grupo dominicano, porque, además, no teníamos libertad. Era, en rigor, un régimen sin Dios, sin patria y sin libertad.
Para una parte de los historiadores, que son los responsables de fraguarles un pasado a los niños dominicanos, todas esas eran medidas progresistas (Véase El Nacional CPEP, 7/10/15 “ Educación descuida enseñar historia” ). Estos consideran que la República Dominicana penetra en la modernidad política en la medida que ahonda en la separación de la Iglesia y del Estado. De esos credos anticlericales se hallan plagados los manuales, igual actitud se asume contra la hispanidad. Ese enfoque los llevó a unas conclusiones positivas de la dominación haitiana, omitiendo incluso la declaración del Manifiesto del 16 de enero de 1844, memorial de agravios de esa dominación oprobiosa. Han idealizado la dominación haitiana.
En los mentideros, en las tertulias privadas, se mantuvo vivo el ideario nacional: los dominicanos seguían bautizando a sus hijos, rezándole a su Dios y moldeando su vida, con arreglo a tradiciones que habían llegado hacía más de trescientos años. No habían logrado hacer desaparecer la voluntad de ser nación. Para saber quiénes éramos en aquel momento de incertidumbres y de nieblas, Juan Pablo Duarte, hizo entrar en el ruedo de las consideraciones la perspectiva cristiana, que era, una forma de ver el mundo que nos une con el resto de los países de Hispanoamérica. Si los haitianos hubieran logrado desarraigar esa realidad y la lengua en que se expresaba el pueblo, hubieran quedado aniquiladas las fuerzas interiores que impulsaban a la Independencia. Nosotros hemos ido a la Independencia para defender nuestra identidad amenazada, para preservar fundamentalmente lo que somos.
Con el lema Dios, Patria y Libertad, Duarte definió el carácter de una nación que ya existía plenamente, y definió, además, la identidad religiosa del Estado que debería nacer sobre las cenizas de la dominación haitiana. El régimen haitiano no logró imponer su religiosidad ni su lengua ni su forma de Gobierno ni sus leyes. El pueblo dominicano no se hallaba condenado a la sumisión. El proyecto de Independencia dominicano no fue una vuelta a la monarquía ni a las crudas formas del absolutismo haitiano, sino la de un gobierno democrático, electivo, representativo y popular.
Al concebir la bandera, en el Juramento de los Trinitarios, Duarte injerta la cruz blanca a la enseña haitiana, centra el carácter del nuevo Estado, con una visión netamente cultural, de oposición religiosa. En todo el pensamiento duartiano campa por sus respetos la figura de Dios. Interpretación que será plasmada en el escudo, donde se hallan la cruz y la Biblia, abierta en Juan 8 : 31 y 32: “ y conoceran la verdad, y la verdad les hará libres”.
Por hallarnos en una dualidad territorial y política esa realidad debió ser concebida como un proyecto permanente. La independencia dominicana siempre ha estado amenazada por la expansión demográfica o por los desbordamientos a los que pueden conducir el colapso o la inviabilidad del Estado vecino. Esas circunstancias han colocado en tela de juicio la existencia del lema esencial Dios, Patria y Libertad. Se ha echado al ruedo un proyecto, cuya ambición ha sido anular los resultados históricos de nuestra Independencia de 1844. Es decir, pulverizar el esfuerzo de todas las generaciones pasadas.
En estos momentos, en que se ha desvanecido la frontera, en el que los desplazamientos demográficos del vecino amenazan nuestra unidad nacional y se hallan bajo amenazas todas nuestras conquistas sociales y nuestra frontera jurídica y la imagen internacional del Estado, la fuerza que mueve al pueblo dominicano es la lucha por su identidad colectiva, es la lealtad a los hombres que junto a Duarte fundaron esta patria mil veces gloriosa.
Alerta, dominicanos, no nos dejemos quitar nuestra Nación.
Dios bendiga y fortalezca al Pueblo Dominicano.
Este mensaje ha llegado a todos ustedes como cortesía de Punto Creativo.
Hasta la próxima.