Maria y los Evangelios
AYUDAME A SALVAR UNA VIDA
REFLEXIONES…
Hola, amigos, ¿qué tal? Merhaba, arkadaslar, ¿nasilsiniz?
Víctor Martínez desea, ante todo, que me permitan dar gracias a Dios porque un día como hoy me premió con el nacimiento de una de las joyas más hermosas que siempre han adornado mi vida: mi hija Laura, felicidades y que Dios te bendiga.
Hoy hablaremos de los cuatro Evangelios canónicos, es decir los que la Iglesia reconoce como válidos, el que más noticias da sobre María es el de Lucas; este evangelista era un médico amigo del apóstol Pablo, que relató la vida de Jesús entre 10 y 20 años después de la muerte de Pablo. Es Lucas quien relata la mítica escena de la aparición del ángel Gabriel que le anuncia a María que dará a luz un niño, un Salvador.
Mateo en cambio cuenta la Anunciación desde la perspectiva de José. Es al prometido de María que se le aparece en sueños un ángel que le explica que no debe repudiar a la muchacha pese a su embarazo, porque todo es voluntad de Dios. Marcos y Juan inician sus relatos con Jesús ya adulto; no hablan de su nacimiento. En el resto de los Evangelios hay otras pocas apariciones de María, pero son cruciales. Citemos dos: en las bodas de Caná, que marcan el comienzo de la actuación pública de su Hijo, y al final, cuando asiste al Calvario de Jesús.
Los Evangelios apócrifos la Iglesia no los reconoce como auténticos. Hablan de la infancia de María y, en general, dan más detalles sobre su vida y familia que los canónicos. El llamado Proto evangelio de Santiago, apócrifo, relata la concepción, nacimiento e infancia de María –le atribuye milagros a la niña-, su boda con José y el nacimiento de Jesús.
Este texto describe el nacimiento de la futura madre de Dios como milagroso. Sus padres, Joaquín y Ana, de edad algo avanzada, no podían concebir. El padre se retira a ayunar al desierto, mientras su mujer rogaba por un hijo. Finalmente, un ángel se le aparece y le anuncia que será madre. Ella promete que consagrará a su hijo -que será una hija- al servicio del Señor.
Sin embargo, el apóstol Pablo, autor de los textos más antiguos del Nuevo Testamento, y considerado el verdadero fundador del cristianismo, sólo dice, en una carta a los Gálatas que data de los años 50 y 55 d.C., lo siguiente: “Envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, nacido para la ley, para rescatar a los que estaban bajo la ley, para que recibiéramos la adopción filial”. No menciona a María en ningún momento.
La prédica de Jesús respecto a la mujer fue totalmente revolucionaria para la sociedad de su tiempo, que la consideraba casi un objeto de propiedad del hombre; defendió a la prostituta y a la adúltera de los castigos que imponía la costumbre de aquellos tiempos. Pablo, pese a romper radicalmente con la religión judía en el plano teológico, se sitúa totalmente en aquella tradición en lo que concierne a lo social y familiar: considera inferior a la mujer y hasta le niega el derecho a hablar. En ese contexto puede entenderse que pase por alto a la madre de Jesús.
Espero hermano que no actúes como Pablo ignorando a la Madre de Dios, mujer bendita entre todas las mujeres, intercesora perfecta ante su Hijo, de nuestras necesidades.
Gracias al Lic. Emile Troncoso por permitirnos llevar este mensaje a todos ustedes.
Hasta la próxima.