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Maria y los protestantes

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Tras la Reforma de Lutero (siglo XVI), los protestantes mantienen los dogmas sobre la virginidad y la maternidad divina de María, pero no fijarán a los dos posteriores (Inmaculada Concepción y Asunción), porque su principio fundamental es que la salvación sólo viene de Cristo. Entre las confesiones protestantes no existe el culto a María. No es casual entonces que la Contrarreforma haya acentuado la devoción mariana y exaltado aún más la figura de la madre de Jesús.

Algunos protestantes antiguos veneraron y reverenciaron a María. Martín Lutero dijo de ella: “el honor que se rinde a la madre de Dios ha arraigado tan hondo en el corazón de los hombres que nadie quiere oír ninguna oposición a esta celebración. También nosotros concedemos que debe ser honrada, pues, según las palabras de San Pablo [Romanos 12] nos debemos el honrarnos unos a otros por causa de Aquel que habita en nosotros, Jesucristo. Por tanto, tenemos la obligación de honrar a María. Pero hay que cuidar el rendirle el honor adecuado. Por desgracia, me preocupa que le concedamos un honor demasiado alto, pues se le otorga mucha más estimación de la que se le debe dar o de la que ella misma se atribuye”.

Juan Calvino dijo: «no puede negarse que Dios al escoger y destinar a María como madre de su Hijo, le concedió el honor más alto». Zuinglio sostuvo: «estimo inmensamente a la madre de Dios» y «Cuanto más aumenta la reverencia y el amor de Cristo entre los hombres, más tendría que crecer la estima y la reverencia hacia María».

Por lo tanto, los primeros protestantes no rechazaron la idea de un gran respeto y alta honra por María; lo que preocupaba a los reformadores protestantes era el grado de honor que se le rinde como madre de Jesús. Así, las implicaciones prácticas para la mariología aún son tema de debate.

Las apariciones son una de las características distintivas de María; un fenómeno muy extendido en el mundo, que los protestantes no aceptan. De las miles apariciones de la Virgen reportadas en diferentes lugares, la Iglesia sólo ha reconocido 14, empezando por la de Guadalupe (en México, en 1531) y llegando a la de Kibeho (Ruanda, 1981), pasando por las muy célebres de Lourdes (Francia, 1858) y Fátima (Portugal, 1917), entre otras.

“En los últimos dos siglos –digamos que a partir de la Revolución Francesa- los mensajes que ha comunicado María en sus apariciones se dirigían sobre todo a combatir la secularización de la sociedad, a reconducir la simple devoción popular a la fe tradicional”, dice el especialista en mística y tradición espiritual cristiana, Marco Vannini, en el libro de Augias, quien me ha aportado gran material para estas reflexiones de estos días acerca de la Virgen María.

Víctor Martínez invita a sus hermanos de otras Iglesias y religiones no católicas, a meditar en sus corazones, la vida de la Virgen María y el impacto que ha tenido en la humanidad.

Este mensaje ha llegado a ustedes como cortesía de Nancy Soto.

Hasta la próxima.

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