REFLEXEIONES: Mis hermanos separados
AYUDAME A SALVAR UNA VIDA
Hola amigos, ¿qué tal? Sostengo el principio de que todos somos hijos de Dios, sin importar creencias, filosofías, comportamientos, ni actitudes, por lo que me siento ser un verdadero hermano de todo el que me pase por al lado o me necesite.
Siempre he sido así, por lo que cuando alguien en el ascensor me ignora, el vecino no saluda, o alguien me quiere dañar, lo tomo en cuenta en mis oraciones, por ser mi hermano en Cristo.
Es esta la razón por la que siempre he tratado a los demás como verdaderos hijos de Dios, a quien le doy las gracias por darme el don del perdón, de la comprensión y de poder ver con ojos de compasión a los equivocados, incluso con amor a quienes no son amigos.
Con respecto a mis hermanos separados, protestantes, evangélicos, testigos o lo que sean, siempre mi corazón ha estado abierto a ellos y mis oídos han sabido escucharlos sin debates, ni discusiones, sencillamente cuando los escucho hablar, los miro fijamente para desde mi interior pedir a la Virgen Santísima cubrirlos con su manto santo y acompañarlos en su bella labor.
Lo que jamás he entendido es, por qué cuando me invitan a su templo a participar de una de sus ceremonias yo asisto con tanto amor, pero si los invito yo, nunca se atreven ni a entrar. Tampoco entiendo por qué algunos basan sus prédicas en atacar a la Iglesia Católica, gastando sus energías y sabiduría en guerriar, cuando la actitud debe ser de respeto y de paz.
¿Acaso no existe en la Palabra de Dios suficiente material para predicar, sanar corazones, evangelizar, llevar amor?
Víctor Martínez se ha pasado la vida predicando la Palabra de Dios, y jamás, nunca jamás, se me ha ocurrido criticar, comparar las doctrinas y creencias de otros, ni mucho menos juzgar el comportamiento de los demás. ¿Saben por qué? Porque siempre le pregunto al Padre: ¿Señor si tu fueras yo, que tú harías?
Hasta la próxima.