REFLEXIONES: Brujos, magos, sacerdotes o reyes
AYUDAME A SALVAR UNA VIDA
Hola amigos, ¿qué tal? He aquí tres generaciones representadas, en tres hombres, que casi nadie conoce, pasan desapercibidos muchas veces, habiendo sido tan importantes para Jesús.
Ellos, astrólogos, brujos, magos, sacerdotes o reyes, tres o doce, adoraron y se postraron frente al Niño Dios.
Melchor, de 60 años, el primero de los magos, anciano de larga cabellera, muchas canas y larga barba, fue quien ofreció el oro, símbolo de la realeza divina.
Gaspar, de 40 años, joven, imberbe, de tez blanca y rosada, honró a Jesús ofreciéndole incienso, símbolo de la divinidad.
Baltasar, 20 años, de tez morena, ofreció mirra, sustancia resinosa de color rojo y olor intenso, compuesta de aceites esenciales, resina y goma, que se extrae de los distintos árboles, significando que el hijo del hombre debía morir.
La figura católica de los Reyes Magos tiene su origen en los relatos del nacimiento de Jesús, concretamente el Evangelio de Mateo es la única fuente bíblica que menciona a unos magos (aunque no especifica los nombres, el número ni el título de reyes) quienes, tras seguir una estrella, buscan al «rey de los judíos que ha nacido» en Jerusalén, guiándoles dicha estrella hasta Jesús nacido en Belén, y a quien presentan sus ofrendas.
Si bien parece contradictorio que practicantes de la magia (severamente amonestada tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento) sean admitidos como adoradores de Jesús, hay que tener en cuenta que el término griego magós no era utilizado únicamente para referirse a los hechiceros. Se utiliza, en este caso, para referirse a ‘hombres sabios’ (así se los llama en diversas versiones de la Biblia en inglés) o, más específicamente, hombres de ciencia. De hecho, también poseían conocimiento de las Escrituras.
Víctor Martínez piensa, que estos tres sabios, nos dejaron una gran enseñanza, buscar a Dios sin importar lo lejos que lo percibamos o el tiempo que tengamos que estar tras Él, pero tenemos que tener ese encuentro personal con Él, y entregarle todo lo necesario, despojándonos del hombre viejo y permitiéndole convertir nuestro corazón, en un corazón de oro, lleno de amor, que inunde nuestro ser del incienso divino que purifica el alma, todo esto sin perder de vista que no nos podemos apartar de la mirra, como señal de que todos vamos a morir y debemos prepararnos para heredar su Reino.
Hasta la próxima.